El siguiente testimonio esta extraido del libro "nunca mas" libro que recoje testimonios y experiencias de diferentes hombres y mujeres torturados en la dictadura Argentina.
Se acercan en españa las elecciones presidenciales y es de vital importancia no olvidar este tipo de situaciones y males que han suprimido las libertades y callado la voz de miles de personas. Meditad que las libertades para poder crear se ganan día a día y se pelean en todos los frentes.

Testimonio.

Horacio Miño Retamozo
(Legajo Nº 3721)

En la seccional 33 de policía las cosas comenzaron normalmente.
Fui interrogado primero por mi nombre y apellido. Me preguntaron por mi “nombre de guerra” y mi grado de militancia en la “orga” (no sabia de lo que me hablaban en ninguno de los casos). Luego me ofrecieron dinero, pasaporte y un billete de avión para salir del país. Frente a mi negativa empezaron a hacerme preguntas extrañas empezó la persuasión.
Fui vendado en los ojos y empezaron los golpes, me rodearon entre 3 ó 4 individuos y comenzaron a lloverme trompadas, y puntapiés. Persistiendo en mi actitud ignorante, fui conminado por razones más poderosas: garrotes y bastones de goma repitiéndose la situación interrogatorio-golpes hasta que perdieron la paciencia y, para ser más eficaces, me llevaron a la superintendencia de seguridad federal, envuelto en algo rígido algún tipo de alfombra.
Allí fui llevado directamente a la parrilla (colchón eléctrico). Sobre la parrilla uno salta, en la medida que le permitan las ligaduras de cable, uno se retuerce se agita y trata de evitar el contacto con los hierros. La picana (especie de pistola eléctrica) era manejada como un bisturí y el “especialista” era guiado por el medico que decidía que desconocía y a las que me negaba contestar. Allí termino el dialogo y si podía aguantar aun más. Luego de una interminable sesión de descarga me desataron y reanudaron el interrogatorio. Me acosaban con preguntas sobre el COPE DEL RIM y no entendía nada en ese vocabulario, y, ante mis dudas, al instante estaba de nuevo en la parrilla y se reanudaba el interrogatorio- picana-parrilla, volvían a repetir las mismas preguntas, cambiando el sentido y la formulación a fin de encontrar respuestas y contradicciones. No entendía por que a mí. Si yo no tenía nada que ver con nada.
Los interrogatorios se hicieron luego más cortos pero la picana era más fuerte. Siendo horrendos los electrodos en los dientes, se asemeja a un trueno que te hace volar la cabeza en pedazos, persiguiendo con encarnizamiento los esfínteres. Utilizaban también un delgado cordón con pequeñas bolitas difíciles de tragar ya que provocan arcadas y vómitos pero que uno a fuerza de golpes tragaba, las bolitas eran electrodos, y al activarse parecía que mil cristales se rompían en el interior de uno rompiéndolo todo.
Todos los días inventaban nuevas cosas para torturarnos.
El castigo era bestial y varias veces me torturaron con compañeros a los que conocía pero en cuanto intentábamos hablar nos molían a palos.
Un día conocí cual había sido la lógica de mi infortunio, si puede hablarse de lógica en estos casos. En un recreo alguien me relató que Mirta Infran había cantado. Habían apresado a ella y el marido. Primero lo torturaron a él hasta destrozarlo, y luego lo eliminaron. Allí comenzaron con ella. Que en determinado momento perdió la cabeza y empezó a incriminar a más de 50 personas. Me acuso a mí de haber planeado el copamiento del regimiento, y que militaba en el movimiento montoneros.
En 1975 yo había conocido a Mirta, ella tenía 19 años, trabajaba en un juzgado y asistía a mi mismo curso, en primer año de ingeniería forestal. Y nos vinculaba una amistad tangencial.
Fui puesto en libertad el 6 de junio de 1977.

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